γνῶθι σεαυτόν
(Conócete a ti mismo)
Jarcias, velas, mástil, cabos, esloras, timones, compases, mapas, meridianos y paralelos. Por mucha tecnología que se le quiera añadir, la navegación a vela continua respondiendo a los patrones de la antigüedad, de lo arcaico y si se quiere de lo arcano. La modernidad se introduce con respeto, temerosa de romper el sacrilegio que une al hombre (y a la mujer) con el mar. Éste continua inmutable. Vientos, corrientes, olas, sargazos, espumas, sal, frío, calor, humedad. El marino sabe que el mar es siempre el mismo aunque nunca sea lo mismo. Las rutas de hace miles de años, los vientos que van y vienen. Nunca se navega el mismo mar, ya que es distinto según quién lo surque. Eso también es navegar, aprender qué mar es el propio.
No hace mucho alguien me preguntó, quién era, y a modo de respuesta esbocé algo así como : un helénico, un mediterráneo. Un poco vaga como definición, pero ahora que este periplo ya no tiene marcha atrás me reitero a mi mismo que soy eso: un levantino, un mediterráneo. Una insistente memoria que refuerza mi definición: en el pronaos del templo de Apolo en Delfos, se inscribía la leyenda “conócete a ti mismo” o lo que es lo mismo γνῶθι σεαυτόν (gnóthi seautón), quizás sea por eso, por hacerle caso al Oráculo que durante 2000 años le vaticinó al mundo su futuro, que me he embarcado en esta aventura. Será por conocer mejor a Gonzalo que es imprescindible que Gonzalo se haga a la mar.