Gracias a la Vida – Atlántico, 28 de marzo de 2016

Esta mañana me sentía muy bien. El viento buscaba a girar más del Este. La imposibilidad de montar el spinnaker en solitario y la fuerza persistente de 15-20 nudos, me obligaban a encontrar un equilibrio, un compromiso. Como suelo hacer en la propia vida, me digo a mí mismo.

Acomodo el barco con el viento de popa y comienzo a jugar con el ajuste de las velas.
No lo consigo. Siempre hay una ola que perturba el frágil equilibrio, cuando uno ya creía que lo había logrado.

Caen algunas gotas de agua dulce y sin embargo se siente bien el calor del sol. Levanto mi cabeza para explorar el cielo, para comprender. Sólo es una nube gris, negra, no muy grande, pero quiere dejar su huella, mostrar su presencia. Le doy la bienvenida con alegría. Esa es también la naturaleza con la que conjugo mi viaje, milla tras milla.

Controlo la vela de proa, el Génoa,  y ante mí se recorta, en un cielo extraordinario, un perfecto arco iris. Justo en la proa de Clinamen. Magnífico. Otro regalo. Siguen llegando sin cesar, me digo bajito.

Pongo un poco de orden en la cabina, es lunes y debería enviar un artículo para la revista que publica mi viaje. Debería ponerme a escribir. Pongo la música apropiada.
Un buen cojín, una cerveza fría. Decido reposar un momento antes de iniciar la tarea.

Pasa una media hora y aún estoy simplemente disfrutando el momento. No quiero concentrarme aún «en el trabajo». Me siento bien, canturreo las canciones que suenan. Las olas, me doy cuenta, han comenzado a ser más regulares. No son menores, sólo son más armoniosas.

¡He aquí la armonía! Una paz que se instala sin forzarla, de forma natural.

Me quedo así. Una hora, dos horas, pasan cuando mi estómago me avisa que tiene un poco de hambre. Me resisto, pero después de un par de canciones y varias oleadas, decido que debo escuchar a mis tripas.

Mientras preparo un plato típico del Caribe, arroz, frijoles rojos y huevos, añadiendo un poco de picante, leo los mails. Uno de los mensajes me conmueve hasta las lágrimas. Tal es mi emoción que siento que hoy no podré escribir nada más. El texto está bien escrito, con las palabras justas, los sentimientos precisos, pero, sobre todo, siento que su significado está en total armonía con todos mis pensamientos de la mañana. Esas palabras eran las que me rondaban el espíritu.

Voy a transcribir fielmente esas líneas sin siquiera pedir permiso, ya que este texto es ahora mío y lo quiero compartir:
«Muchas gracias por tu propuesta (que acepto con alegría) de navegar juntos para descubrir el mundo … o huir de él … Me pregunto qué sentimientos encontrados experimentarás entre la dicha de reencontrarte con los tuyos, la tristeza por dejar a tu compañero de viaje, a tu barco, y el temor por retomar lo cotidiano. De hecho, no tengo ninguna duda, después de la abnegación que has mostrado por cumplir tu sueño, de tu fuerza para afrontar los malos vientos y negociar las depresiones futuras.  Ahora posees la confianza que te ha de permitir ir donde quieras, y vivir en armonía contigo mismo, sólo con la ayuda de tu propia voluntad y tu irreprimible deseo de libertad. Te imagino desembarcando dentro de pocas horas, el paso vacilante típico en el marino tras un largo viaje, las sombras de la duda … la cabeza vuelta hacia tu barco con el deseo de continuar la aventura y la razón haciéndose cargo de todo y ordenando la vuelta al deber. Te imagino asumiendo tus responsabilidades, no traicionando la confianza de tu equipo, algo que sin duda no es lo más fácil, pero es inmensamente respetable. Es cuestión de honor. De hecho, conseguirás que cohabiten tu niño interior y el papel de un padre. El cuidado amoroso del padre con sus hijos, ese amor infinito, esa entrega total y absoluta. El amor de compañero que comparte, que escucha y construye, el que se fusiona con su amada. El cuidado como un hermano mayor con tus colaboradores, la responsabilidad de llevarlos más alto, más lejos, sin abandonarlos en el camino. Pero, sobre todo, preservarás los logros de este viaje, este renacer liberador que estoy seguro te hacer hecho clamar al viento un grito primario en el medio del océano teniendo a las aves y los peces como testigos … Es esta juventud reencontrada, liberada de su matriz, quien te dará la fuerza para cumplir con tus deberes de hombre, resolver tus asuntos y luego elegir el camino que desees descubrir en esta segunda parte de tu vida.
Eso sí, no te olvides detenerte en una taberna para disfrutar de un buen ron antes de volver a la civilización … «
¿Qué más decir hoy después de estas palabras?
Gracias, Gracias.
Gracias a la Vida, que me ha dado tanto…

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