Desde la antigüedad un mapa distingue lo conocido de lo desconocido. En las primeras cartografías se dibujaban bestias mitológicas -serpientes de varias cabezas entre otras- para señalar los confines del mundo, de la realidad y también de lo real. La leyenda, Hic Sunt Dracones (aquí hay dragones), la encontramos por primera vez escrita en el Globo de Hunt-Lenox del año 1503. Otros mapas anteriores contienen una gran variedad de referencias a criaturas mitológicas y a expresiones como Finiesterrae, pero el mapamundi de Lenox es especialmente conocido por contener esta indicación. La leyenda, aparece alrededor de la costa oriental de Asia y podría estar relacionada con los dragones de Komodo, aunque poco nos importa si la bestia es real o mitológica. Dragones, bestias, infiernos, abismos insondables. Todo en uno. La distancia entre los seres imaginarios y los reales, es muy escasa que diría Borges. O es un camino de ida y vuelta.
Un mapa no sólo refleja el mundo, sino que da forma a cómo pensamos el mundo y la forma cómo lo vivimos. Es la cartografía, la que construye la forma mental de aproximarnos a la realidad. Pero cada mapa es una distorsión, cada mapa es erróneo. No existe uno que pueda representar fielmente el mundo y por ello se nos exige una reflexión: un mapa, a primera vista nos dice dónde nos encontramos y nos dicen a dónde ir, pero en un sentido más profundo… nos sitúan dentro de un paradigma ya que nos dice también quiénes somos.
Los mapas, las cartas náuticas que me acompañan, también lo hacen. Me dicen dónde estoy: navego por Palos camino de Alborán. Pero debo reconocer que el significado va mucho más allá. El mapa final de un viaje como éste es una decisión personal que habla más sobre quién soy, que sobre dónde estoy. Los paralelos y meridianos que se me proponen son sólo el andamiaje de un periplo que decido en soledad.
Al final, la libertad, quizás sea poder dibujar tu propio mapa y tus propios dragones. Y los delfines, que, como cada mañana desde que salí, me van mostrando el camino seguro para dejar atrás el Mediterráneo. Un mar que hice tan mío y que, sin embargo, ya no me tarda la ansia de dejar atrás por el mítico «charco Atlántico» con la guía del inmenso Colón.