Con cierta prisa, porque se me había hecho tarde -más tarde de lo deseado- me dirijo al puerto de Mindelo decidido a partir. La ventana meteorológica es muy favorable para el fin de semana y después de las angustias pasadas en toda la primera parte de esta travesía, quiero regalarme una etapa más agradable como navegante.
Zarpo como ya es mi costumbre, de noche cerrada. Esta vez reconozco que la decisión no es muy acertada. He estado trabajando arduamente, y no he podido abastecerme de suficiente fruta fresca. Apenas si pude comprar algo, de noche, antes de zarpar y las piezas eran pocas y de mala calidad. Esa falta de fruta fresca la llevo lamentando desde entonces. Una lástima ya que el mercado de Mindelo era una orgía de colores y olores, frutas de gran variedad y aspecto delicioso.
Salgo del puerto a las 2:00 UTC. La travesía por la bahía de Mindelo -nuevamente en la oscuridad como cuando llegué- se me hace larga hasta que consigo salir de la influencia de la isla. Navego toda la noche cruzando y luego bordeando la isla de Santo Antão. Sabía que esta isla era más alta que la de Sao Vicente y lo sufriría al navegar por su costa sur. Posee la cima de su volcán más alta, el Tope de Coroa, que culmina a casi 2000 metros. A 1979 metros para ser precisos. La consecuencia de esta orografía es determinante para el viento. Una vez se sale del Canal de São Vicente y se enfila la costa de Santo Antão, el viento cae abruptamente de los 25-30 nudos del canal a 5 nudos apenas.
Tengo que poner motor durante esa parte y así puedo aprovechar para dormir esas horas. Consigo unos momentos para escribir: el Mar es la inmensidad, lo inconmensurable. Todo es mar. El arroyo en la montaña está compuesto de gotas de agua que inevitablemente terminarán en el mar. Es el origen de la vida y el fin último.
Nos dicen que provenimos de polvo y que como polvo terminaremos. Pero todo polvo termina en el mar. Si en nuestro planeta Tierra no hubiera agua, la vida sería imposible. Polvo, minerales, es lo que compone cualquier astro en el Universo, sin embargo sólo la existencia del agua determina que en ellos la vida sea posible. Y el agua primera se llama Mar.
La primera y la última.
Saben aquellos con quiénes he hablado del tema, que muera donde muera, quisiera que mis cenizas se esparzan en el mar, o que sencillamente dejen mi cuerpo en el fondo marino. Si directamente tengo la suerte de morir en el mar o en mi isla cercada de él, le ahorraré esfuerzos a mis herederos y a la naturaleza.
Me despierto con un zarandeo violento, algo sumamente extraño cuando se marcha a motor. Me levanto cansado y confuso y veo que el viento estaba de frente y era de 20 nudos. Pensé que el piloto automático se habría saltado y que estaríamos navegando en sentido opuesto. Al ver el rumbo y el piloto en sus posiciones correctas, comprendo que la orografía de la isla y la alta cima, desvían el rumbo del Clinamen. El viento que en principio era un viento Noreste se transforma en un viento Noroeste, incluso en algunos momentos, el viento llega directamente del Oeste.
Pasada la isla, la navegación se normaliza y el viento se estabiliza con una dirección de Noreste y una velocidad importante, de 20-25 Knts. Gran nubosidad y fuerte oleaje acompañan mi salida al océano.
Primer punteo GPS a las 18:20 UTC del sábado 19 de marzo del 2016.
16º 45.760′ N y 26º 43.030′ W – Rumbo 280º, Viento fuerte de 20-25 Knts (nudos) con ráfagas de hasta 28. Fuerte oleaje de 2 metros y de través, lo que hace muy incómoda la navegación. Velocidad media 8 Knts con puntas a 9-10 Knts. Distancia a destino 2014 millas náuticas.
Ya estoy en el océano. La nostalgia del mar, el sueño por cumplir y el deseo de lograr la armonía con la naturaleza y con mi vida, me han traído hasta ese momento. El efecto de este viaje a través del laberinto de mi identidad será la culminación de mi biografía. ¿Cuántos viajes encierra un solo viaje? El infinito viajar es entregarse a la relatividad de la verdad, a mi verdad, la misma que intento plasmar en estas líneas. Un relato definitivo que para mi determina la frontera entre la utopía y el desencanto. Este viaje es mi frontera. Entre el que he sido y el que seré. Una frontera definitiva espero. Una frontera que es vital y física. Nuestra vida humana siempre se desarrolla en el medio, entre un origen y un fin. Hace días que vengo reflexionando sobre el sentimiento de estar en medio del mar, de puro mar alrededor. Todo mi mundo no-mar es el espacio de 11 metros de largo por apenas 3 metros de ancho, que constituye mi Clinamen.
Desde la mañana había reducido la vela con un rizo y al notar que el viento no iba a disminuir decido que antes de que anochezca es más seguro pasar al segundo rizo. Como además la Vela Mayor había sido recién repasada en sus costuras, era conveniente no forzarla de inmediato hasta no comprobar que todo estuviera bien.
La maniobra para tomar el segundo rizo es perfecta. Como todavía las condiciones son muy razonables, puedo preparar bien y anticipar cada paso de los que voy a dar, ensayar primero en mi cabeza, una y dos veces la maniobra. El resultado lo noto de inmediato. Apenas hemos perdido un poco de velocidad, pero en cambio puedo compensar ganando algunos grados en mi ruta.
Punteo GPS a la 01:40 UTC del domingo 20 de marzo del 2016.
16º 48.220′ N y 27º 40.086′ W – Rumbo 285º. Sigue el viento fuerte de 22 a 25 Knts (nudos) con ráfagas de hasta 30. Fuerte oleaje de 2 metros. Velocidad media 7,5-8 Knts. Distancia a destino 1958 Nm.
El día amanece medio grisáceo, pero se va despejando. Las condiciones permanecen estables, el viento es fuerte, intenso pero al menos puedo comenzar a relajarme, de momento no me acechan grandes cambios o catástrofes. Como se me había anunciado, la ventana meteorológica es muy favorable para avanzar bien.
Tomo un punteo a media tarde: la distancia recorrida en 24 horas es de 180 millas náuticas. Un récord como velocidad media sobre un día completo.
Punteo GPS a la 19:30 UTC del lunes 21 de marzo del 2016. 16º 38.081′ N y 32º 55.996′ W – Rumbo 280º. Viento fuerte no siempre muy regular entre 15 y 25 Knts. Marejadilla. Velocidad media entre 7-9 Knts con mucha variación. Llevo aún tomados los 2 rizos pero desplegado la totalidad del Génoa. Distancia a destino 1655 Nm. Segundo día consecutivo navegando con la buena marca de 180 millas en un día.
La noche es relativamente tranquila. Puedo escribir y ponerme al día con correos retrasados. La relativa tranquilidad también me permite leer, cosa que no había tenido demasiadas oportunidades de hacer hasta ese momento. Ahora sí que me siento en el Atlántico con sus alisios.
Escribo sobre el Mar, el mar que desde hace ya muchos días, semanas, me rodea, me envuelve, zarandea, pero también transporta, protege, me acoge en su seno, me da aire y libertad y un sentido a mi vida renovado.
Es noche cerrada y me dedico a la escritura nocturna, esa que Claudio Magris, define como la más subjetiva, la más extraña, quizás la más automática. Como si fuera otra persona la que guía mis dedos. Un yo desenvuelto y de una lucidez que me es, a veces, desconocida. Escribir y navegar. No sé dónde empieza el primero y dónde acaba el segundo.
Quiero reflexionar profundo en su profundidad, pero cómo hacerlo sin evocar el más bello poema que de él se haya escrito, al menos en nuestra lengua castellana. Cedo el honor al poeta para que me acompañe en estas reflexiones. Mi osadía será hablar después del genial chileno.
EL MAR
de Pablo Neruda
Necesito del mar porque me enseña:no sé si aprendo música o conciencia:no sé si es ola sola o ser profundoo sólo ronca voz o deslumbrantesuposición de peces y navíos.El hecho es que hasta cuando estoy dormidode algún modo magnético circuloen la universidad del oleaje.No son sólo las conchas trituradascomo si algún planeta temblorosoparticipara paulatina muerte,no, del fragmento reconstruyo el día,de una racha de sal la estalactitay de una cucharada el dios inmenso.
Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,incesante viento, agua y arena.
Parece poco para el hombre jovenque aquí llegó a vivir con sus incendios,y sin embargo el pulso que subíay bajaba a su abismo,el frío del azul que crepitaba,el desmoronamiento de la estrella,el tierno desplegarse de la oladespilfarrando nieve con la espuma,el poder quieto, allí, determinadocomo un trono de piedra en lo profundo,substituyó el recinto en que crecíantristeza terca, amontonando olvido,y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.
Punteo GPS a la 11:00 UTC del martes 22 de marzo del 2016.
16º 40.742′ N y 34º 48.610′ W – Rumbo 290º. El viento y el oleaje siguen fuertes e irregulares de 20 a 30 Knts. Ya nos hemos acostumbrado a esta fuerza del viento y terminamos por encontrar nuestra estabilidad. Lo que he modificado desde anoche fue que reduje el Génoa para no tener sorpresas. Velocidad media 7-9 Knts. Distancia a destino 1548 Nm.
Parece que este viaje es un delicado encaje de equilibrios. Voy encontrando esas rendijas que me permiten acertar maniobras, pulir el gesto. Navegar es una danza que se desarrolla entre mi Clinamen y yo. Las piruetas que hacemos, los gestos de dolor, los golpes, las caricias y esa completa complicidad, cuando su movimiento y el mio, acompasados, nos permiten llegar al éxtasis. Como los derviches sufíes de Estambul, bailando con el Clinamen, que en griego significa giro, me permito rozar con la punta de los dedos las olas del mar.
Punteo GPS a la 00:00 UTC del miércoles 23 de marzo del 2016.
16º 39.735′ N y 36º 22.132′ W – Rumbo 290º. Viento y oleaje aún fuertes pero sobre todo muy variables de 20 a 25 Knts con rachas. Velocidad media 6-8 Knts. Distancia a destino 1458 Nm.
Me despierto en medio de la noche, como a las 04:15 con cierto presentimiento de cambio atmosférico. En efecto, hay un viento remolón. En pocos minutos siento que el cielo se ennegrece en medio de esa penumbra de grises. Como en un Turner. El viento comienza a soplar en un sentido, luego en otro, estamos bajo una pequeña tormenta. Con velas muy abiertas siempre es peligroso y traicionero por las trasluchadas y las aceleraciones intempestivas. Se pone a llover y el frente nos pasa por encima. Tras una hora se aleja. Pero aún lo puedo ver delante nuestro. Aminoro un poco nuestra marcha para dejarlo alejarse y modifico el rumbo más al Noroeste para pasar más claramente por su costado. En cuanto me acerco ligeramente veo como el anemómetro sube aceleradamente mostrando la aspiración ejercida por el frente climático.
Tomo el camino de la prudencia. Maniobro atentamente todo lo que puedo para evitarlo, dejando un par de golpes en todo ello. No se trataba de ir más rápido sino de llegar mejor. La prudencia en el mar no es una opción.
Se suceden varios frentes del mismo tipo y cada vez se me presenta el mismo escenario: los vientos giran, las olas crecen y hacen que el piloto automático no pueda mantener el control. Tengo que quedarme a la rueda (timón) toda la noche hasta las 08:30, que es cuando el viento comienza a estabilizarse entre 23 y 26 Knts. Estoy exhausto. Pongo un rumbo más nórdico, como para permitirme descansar, desayunar y recuperar algo de fuerzas.
La mañana también es muy complicada. Después de desayunar recibo mails con noticias tristes y complicaciones desde tierra. Estoy bastante cansado tras lo que he tenido que lidiar durante toda la noche en vela y ahora me cae este baldazo.
Se abre un claro de sol y me digo que lo más sano sería tomar algo de sol, relajarme, quizás dormirme un rato en esas circunstancias agradables. Me saco el arnés de seguridad para ponerme bronceador y en ese preciso instante una ola se cruza, desestabilizando el andar normal. El barco se pone muy rápidamente de través, trasluchando la botavara y yo salgo despedido por los aires. Mi instinto de vida me permite aferrarme a los cables periféricos y aunque ya tengo las piernas colgando en el agua, puedo recuperarme a bordo con todas las fuerzas que me quedan. Estoy en total estado de shock.
Un instante, una distracción, la mente ocupada en otros asuntos, perturbada y toda la aventura se podía haber terminado como el pote de crema, en el agua. La noche anterior, en el momento que describiría como de mayor bajón emocional de esta travesía, había salido a cubierta a gritar a las olas. Las increpé a ellas directamente: ¿por qué tenían tal grado de rencor conmigo, por qué ese ensañamiento? Había llegado hasta aquí sin haberle robado nada a nadie y jugándome mi piel, no la de ningún otro individuo!
Tras recuperar el aliento pienso en lo corta que es la vida cuando de un golpe de ola se nos termina, cuando queremos pensar que no nos ha llegado el momento, que no nos lo merecemos. Últimamente varios episodios de ictus ocurridos a personas que me rodean, me han hecho pensar lo mucho que me conmovió la muerte temprana de quién fue mi primer «mejor amigo» de la infancia. Ocurrió súbitamente, como no puede ser de otra manera cuando uno apenas ha despegado de los 40 años. Dejó detrás de él un amor no resuelto, sufrimiento en sus seres queridos y enojos en los que otrora fueron sus amigos y que no habían llegado a hacer las paces con él. Pero le llegó su ola, su muro persiguiéndolo y no tuvo cabalgadura suficiente para proteger su cerebro.
Los nervios a flor de piel y mi cabeza concentrada en temas tristes, habían sido los culpables de no haber sentido el movimiento de balanceo previsor. Siempre siento cuando el barco va a cambiar de dirección, esta vez mi mente me tenía anestesiado, me jugó una mala pasada que podría haber sido mortal. Lanzo otro grito de los que este mar que me rodea se está acostumbrando a escuchar. ¡Coño, pero si vengo respetando todas las consignas de seguridad, en el segundo que me distraigo y que hago una operación no atado casi me tiras al agua! Todo esto no podía terminar en forma tan estúpida.
El mismo pensamiento me vuelve una y otra vez: las olas son como la vida, nos muestran que en un instante todo puede cambiar de forma, de sentido, de vigor. De allanadas pueden convertirse en monstruos, y, en un instante único de violencia e injusticia, llevarnos con ellas sin ninguna explicación.
Punteo GPS a la 19:00 UTC del miércoles 23 de marzo del 2016.
16º 44.510′ N y 38º 21.384′ W – Rumbo 240º. Cambio esta tarde hacia un rumbo más de Sur para probarlo y con él ansío cambiar un poco mi suerte. Hoy es el día más negro desde un punto de vista anímico. Me siento cansado, algo abatido y desconsolado. Algo tiene que cambiar. El viento y el oleaje se mantienen fuertes de 20 a 25 Knts. Velocidad muy oscilante entre 5-8 Knts. Distancia a destino 1346 Nm.
Vuelvo a pensar en el poema de Pablo Neruda. El desencanto es mejor dejárselo a los poetas. Necesito del mar porque me enseña. Me lo repito una y otra vez. Me lo grabo en mi mente y me aferro al verso como me había aferrado al mástil del Clinamen ante el canto de las sirenas de los infortunios; me aferro al verso como me había aferrado antes a los delfines y su proverbial habilidad por darle un sentido a este viaje, Necesito del mar porque me enseña. Para eso estoy aquí.